"Las ocho maravillas de Atacama"
Encerrado en una larga franja entre la poderosa cordillera andina y el Atlántico, el desierto de Atacama es el más árido del mundo, con lugares en los que se dice que no ha llovido jamás. Sin embargo, importantes civilizaciones lograron adaptarse a sus rigores y han dejado notables huellas que hoy se visitan con asombro.
Los pueblos, paisajes lunares, rarezas geológicas, espectacular fauna y milagrosos oasis del desierto de Atacama constituyen un patrimonio sin parangón que ya maravilló a los primeros conquistadores extremeños que se aventuraron a cruzarlo. Estas son las ocho maravillas más importantes de Atacama:
1. El Valle de la Luna
A unos pocos kilómetros de San Pedro de Atacama, el desolado Valle de la Luna presenta unas extraordinarias singularidades geológicas, producto de la erosión extrema, que lo asemejan a un paisaje lunar. Largas dunas de indescriptibles colores sirven como telón de fondo a formas esculpidas caprichosamente por el viento, que se elevan sobre un suelo nevado de cristales de sodio. Y es que la cordillera de la sal, donde se encuentra, emergida del fondo del Pacífico, acumula grandes cantidades de este mineral. La luz del ocaso enciende misteriosamente las piedras hasta conferirles un hálito mágico que todos los aficionados a la fotografía sueñan con inmortalizar.
2. El Salar de Atacama
No es el único que existe en las proximidades de San Pedro, pero sí el mayor y más accesible. Es como un desierto blanco de sal dentro de otro desierto de tierra. Los cristales de la cordillera de la sal acarreados por la lluvia se han ido acumulando en esta inmensa depresión hasta formar un auténtico lago de sal que no deja de crecer y que, en algunos lugares, puede llegar a tener una profundidad de más de un kilómetro. Dentro de este insólito lago sólido, hay lagunas que sirven de hábitat a varias colonias de flamencos.
3. La laguna Chaxa
Esta laguna, en medio del Salar de Atacama, forma parte, junto a otras semejantes, de la Reserva Nacional Los Flamencos. Es un espectáculo sin igual ver a estas bellísimas aves al amanecer hundiendo sus picos en el agua para nutrirse con unas larvas diminutas de crustáceos, muy ricas en caroteno, a las que deben el extraordinario color rosado de sus plumas, que se intensifica a medida que crecen.
De las cinco especies que existen en el mundo, tres (James, Andina y Chilena) pueden verse en esta laguna, particularmente la especie Chilena, que construye sus nidos de sal en las orillas más alejadas. El amanecer y el ocaso son los momentos ideales para verlas y fotografiarlas.
4. Los Géiseres de El Tatio
Hay que salir de San Pedro, bien abrigados, a las cinco de la madrugada y subir hasta 4.300 metros de altura por agónicas carreteras de tierra para llegar a ver el soberbio espectáculo de las cien fumarolas y sesenta y cuatro géiseres que entran en acción al amanecer en el Tatio, una pequeña altiplanicie rodeada de volcanes, en el corazón de los Andes, pero, por Dios, que vale la pena.
Pasear entre el vapor y los surtidores de agua hirviendo es como estar en otro planeta, con el añadido de que uno siente que, bajo sus pies, hay un mar de lava ardiente que ha puesto en ebullición a todo un lago subterráneo.
No olvidar el traje de baño, porque, tras el frío gélido de la mañana, apetece meterse en una piscina natural con el agua a casi cincuenta grados.
5. Humberstone y el Gigante de Atacama
En las proximidades de Iquique, en pleno Norte Grande, se levanta la ciudad fantasma de Humberstone, fundada en 1872 y abandonada en los años sesenta cuando la aparición de los nitratos orgánicos dejó obsoleta la extracción de este mineral, dejando a tres mil obreros sin trabajo. Es un espectáculo surrealista contemplar el antiguo Teatro, donde un día actuaran renombradas estrellas, el salón de baile donde los mineros buscaban el amor, o la extraña piscina de hierro procedente de barcos naufragados. Hay que explorarla con precaución, porque muchos edificios están en estado ruinoso, mientras sólo unos pocos han sido restaurados.
Con un coche de alquiler es muy fácil continuar, en dirección a Bolivia, hasta el Cerro Unita, a catorce kilómetros de Huara, donde se encuentra la mayor representación del mundo de un ser humano (86 m. de altura), conocida como el Gigante de Atacama. El geoglifo, rodeado de misterio, parece representar a un chamán sobre la ladera occidental del cerro.
6. Las momias de Chinchorro
A doce kilómetros de Arica, tierra adentro, se halla el Museo Arqueológico del Valle de Azapa, donde se exhiben las famosas momias de Chinchorro, de 9.000 años de antigüedad, las más primitivas de que se tiene noticia, antecediendo más de dos milenios a las egipcias. Ya se han descubierto varios centenares de ellas, pertenecientes a todas las edades y clases sociales, lo que sugiere que la momificación no se practicaba exclusivamente a los notables, sino que era un hecho extendido entre aquellos pueblos de pescadores y cazadores que poblaban lo que hoy es el norte de Chile y el sur de Perú.
Los cadáveres eran desmembrados y vaciados antes de rellenarlos con palos, carrizo, barro y piel de camello. La piel se parcheaba con piel de foca y se añadía al cuerpo una máscara de barro y una peluca de cabello auténtico.
7. El Valle de Elqui
Un milagro verde, un oasis entre imponentes laderas peladas que serpentea más de cien kilómetros a lo largo del río Elqui hasta La Serena, capital del Norte Chico. Conocido por su producción de pisco y por ser la cuna de la gran poetisa Gabriela Mistral, el valle ha atraído a un buen número de artesanos y amantes de la vida alternativa.
Aunque la mayor parte de las vides que se cultivan son de moscatel para la elaboración del pisco, también hay algunas pequeñas bodegas familiares que hacen un excelente vino de Shiraz.
Por su clima privilegiado, su fertilidad y aislamiento, Elqui se ha convertido en un lugar muy buscado por los amantes de la tranquilidad, las excursiones a caballo y las actividades al aire libre.
8. La observación de las estrellas
No hay otro lugar en el mundo donde el cielo sea tan claro tantas noches al año y las estrellas estén tan cerca, por eso en el desierto de Atacama proliferan los observatorios para contemplar la luna y el firmamento con telescopios de gran aumento y sin contaminación lumínica. En el Valle de Elqui hay media docena de ellos, situados en distintos lugares estratégicos, que ofrecen esta extraordinaria experiencia al anochecer. Uno de los más atractivos, sobre todo para la gente joven, quizá sea el Cerro Mayu, el más reciente y singular, gestionado por estudiantes de física y astronomía de la universidad de La Serena con los que se puede departir informalmente.