Epílogo
Una noche cualquiera, una noche única. La misma que se confabula con mi confidente astral para darte un hasta el luego largo en el tiempo. Y mientras el tiempo se consuma, mi pena bañada en el llanto ausente del lamento me servirá de terapia limpiadora en pago por el nefasto equívoco.
No es nuestro tiempo, quizás nunca lo fue. No por tu presencia en mi vida sino por la mía al cruzarse por la tuya. Por pretender llevarte a la fuerza, prisionera en mi caravana de patosos vaivenes. Expuesta a esos vientos cambiantes de un alma embarullada.
Mi corazón siente tu ventura través del tiempo y el espacio. Créeme cuando declaro que me regocija lo que percibo. Contentura que se desdobla en ese recordatorio de mi error. Filoso cuando corta el espíritu, nauseabundo cuando disuelve su hiel en el paladar etéreo del recuerdo. Persiste campeadora de la luminiscencia, ve hasta los confines de tu ilusión. Sigue y no voltees la mirada.
Porque tras de ti queda el pasado que es historia escrita en mármol. Y como tal ya es imborrable con sus atinos y sus yerros. Desde ahí mi corazón te bendice mientras se desvanece bajo la espesa niebla del hasta luego definitivo.
Colaboración de Federico Puerto Rico
|