No hay duda de que diciembre es un mes que nos regocija y nos llena de alegría, pues nos recuerda el nacimiento del Niño Jesús. La Navidad es un acontecimiento de índole religioso.
Estamos a punto de cerrar este ciclo y con él dejamos lo que es ya parte de nuestro pasado. Fue tiempo de siembra y de cosecha también, tiempo de producir y tiempo que se perdió.
En el balance de los resultados... ¿Con qué te quedas? - ¿Qué dejas ir?
Mientras se decoran nuestras casas para la Navidad, hagamos limpieza también en nuestra vida, en nuestra mente, en nuestros afectos, en la forma de hacer las cosas.
Reestructuremos nuestros pasos para lograr una vida en unidad con nosotros mismos, con el mundo y con el universo.
Alimentemos el amor, sobre todo, el que te debes a ti mismo. Si te amas, tienes la capacidad de amar a los demás, y en la medida en que ames el amor te será correspondido.
La Navidad es un sentimiento general, una vibración unida en el mundo que nos hace percibir lo que en otras épocas del año no sentimos.
Por eso se manifiesta el amor y los sentimientos en mayor profundidad. Es tiempo de reflexión también.
Aprovechemos esta energía para recorrer los laberintos de la mente y del espíritu, conociendo y trascendiendo en busca de un cambio.
Deseo que el amor se haga presente en nuestras vidas y llene con la misma intensidad por siempre; que el año que viene esté lleno de dicha y felicidad y llegues hasta donde siempre has deseado llegar.
Por eso, si tienes tristeza, alégrate; la Navidad es gozo. Si tienes enemigos, perdónalos; la Navidad es paz. Si tienes amigos, búscalos; la Navidad es encuentro. Si tienes pobres a tu lado, ayúdalos; Navidad es don. Si tienes soberbia, sepúltala; la Navidad es humildad.
Si tienes deseo de apretar una mano, hazlo; Navidad es deseo. Si tienes necesidad de entrar en ti mismo, examínate; Navidad es un instante.
PETUNETS