A veces sentimos que recuperamos un tiempo valioso, único, que se nos perdió con el paso de las polleras al jean, de los zapatitos de cristal a los de tacón… Un tiempo que quedó en latencia en los ojos despiertos de las muñecas que nos siguen mirando, desde su lugar de reinas del polvo y los recuerdos añorados de la infancia…
A veces podemos dibujar en el mapa del alma el camino transitado con los hitos más importantes vividos, podemos gritar a los cuatro vientos del silencio cuán felices fuimos en etapas furtivas y eternas de nuestra vida y afirmar que la certeza de contar con las navidades, el ratón Pérez, los reyes magos, los carnavales y la hora del té con las muñecas nos hacía seres mágicos, capaces de volar, ser reyes, maestras y actrices de novela de las five ó clock.
Y en esos sentires que se nos despiertan arrebatadamente porque de repente el carnaval vuelve en las calles de la ciudad y uno siente que ha estado dormido tanto tiempo y las mariposas se agolpan llenas de vuelos en la panza y en la garganta, uno quiere gritar en las esquinas de la ciudad que se siente sencillamente feliz, que se siente parte de los festejos, de la mística y que aquellos disfraces guardados que conservamos de viejos tiempos quieren volver a sentirse protagonistas…
A veces es bueno volver las manecillas del reloj hacia atrás y rescatar lo que nos hizo felices, recuperarlo, darle aire y vida y nuevos sueños, así nos reconstruimos, volviendo a mirar la historia de la que estamos hechos, recuperando la esencia más primitiva y sin pecados con la que nacimos…
Así volvemos a caminar y a flotar en un estado extraño que mezcla los viejos sueños con la realidad que pisamos tímidamente y así pintamos el presente con un montón de golosinas en las manos y escribimos esos mensajitos reiterativos de amor que nos hacen volver a ser, esos que fuimos y mágicamente nos damos cuenta que somos hoy a la medida de aquellos sueños y eso es bueno, sencillamente bueno…
Por eso a veces es bueno recorrer la memoria, los caminos, mirarse en los espejos de plástico de nuestras muñecas y atrevernos a disfrazarnos como antes, porque cuando estamos conectados la llama del fuego interior se enciende y eso es felizmente bueno, sencillamente increíble…