El destino, de vez en cuando, se pone caprichoso y nos obliga a modificar nuestros planes de un segundo a otro. Incluso, hay ocasiones en las cuales ese cambio de rumbo exigido llega impregnado de una tonalidad negra que no podemos ignorar porque nos habla de una pérdida fuerte, de esas que no se pueden remediar.
Este fin de semana que aún no ha concluido ha representado para muchas personas un periodo doloroso que condujo hacia una despedida multitudinaria que tuvo que concretarse justo cuando se anhelaba rendir un gran homenaje a quien, horas atrás, se marchó de este mundo.
Como el título de este artículo lo adelanta, ese ser al que varios ya han empezado a extrañar es Ernesto Sábato, el admirado escritor argentino que a lo largo de su vida acumuló popularidad a nivel internacional no sólo por su valiosa contribución al ámbito literario sino también por su incansable defensa de los derechos humanos.
Este autor cuya vida privada puede apreciarse a través de propuestas como el emotivo documental audiovisual que su hijo Mario bautizó como Ernesto Sábato, mi padre falleció ayer en su casa de la localidad bonaerense deSantos Lugares.
Su deceso, de acuerdo a la versión que su compañera Elvira González Fragadio a la prensa, se produjo algunos días después de haber contraido una bronquitis, un inconveniente que frente a su avanzada edad resultó mortal.
Si bien este cuadro se desencadenó hace menos de un mes, los allegados aSábato solían repetir desde hacía tiempo que la salud del escritor no era óptima, aunque nadie, tal vez por el típico egoísmo humano o por tratar de esconder la dolorosa realidad, se animaba a aceptar que el final estaba cerca.
Prueba de ello es que existían múltiples iniciativas para celebrar su vida y obra, entre las cuales se encontraba un homenaje organizado en conjunto por laFundación El Libro y el Instituto Cultural bonaerense que se incluyó en el programa de la actual Feria del Libro de Buenos Aires (el cual, por fortuna, no se suspendió por duelo), una entrevista gestionada por Perfil.com que contaba con el aval de Mario Sábato y algunas propuestas para festejar como él merecía sus bien vividos cien años de vida.
Lamentablemente, Ernesto no llegó a disfrutar semejantes reconocimientos, pero al menos queda la esperanza de que su hijo haga realidad uno de los sueños de su recientemente fallecido padre: el de convertir a su amado hogar de Santos Lugares en un museo que sirva como testimonio de su paso por este mundo.
Su legado
Este argentino que, en palabras de su hijo, deseaba ser recordado “como un buen vecino y un buen tipo” dejó una huella importante en el plano cultural y social de su país.
Al hacer un repaso de su biografía uno puede advertir de inmediato que no fue un hombre que se limitó a desarrollar su faceta más creativa por medio de la escritura. Sábato, el inolvidable creador de novelas como “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón el exterminador”, prefirió exhibir un perfil comprometido con su nación y, por esa razón, no sólo no ocultó su ideología política sino que además aceptó presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).
Por esta clase de acciones, al confirmarse su fallecimiento desde el Ministerio de Educación de la Nación Argentina se optó por honrarlo tanto por su legado cultural como por su “valioso aporte a la democracia cuando ésta fue recuperada y él colaboró a reconstruir la memoria de todos los argentinos”, tal como reproduce“El Día”.
Hasta siempre, querido maestro
A Ernesto Sábato lo han despedido con profundo dolor numerosos familiares, amigos, allegados, admiradores y personajes del mundo de la cultura y la política, entre muchos otros. Su ausencia provoca tristeza, pero la tranquilidad de saber que ya no hay más sufrimiento físico para él permitirá tolerar sin angustia esta realidad y armar un recuerdo grato y ejemplificador de este escritor que ha sabido dejar una marca imborrable en la historia argentina.