El derecho de Amar
De sus manos cruzadas sobre el pecho separó con ternura la más fría, y la dio a calentar entre la mía. Y entonces nustro amor insatisfecho,
aquel inmenso amor, tuvo un derecho. ¡Nada puede negarse a la agonía! Cuando la enferma pálida moría me dejaron llegar hasta su lecho.
¡Oh mi amada inmortal! Como un esposo pude entonces velar por tu reposo y hacer mios tu goce y tus dolores.
Y conquisté el derecho de quererte cuando al vernos sufrir tomó la muerte bajo su protección nuestros amores.
Rafael Arévalo Martínez
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