Paisaje
Es hora del profundo silencio de las cosas. Ya todo, aletargado, parece que dormita bajo el halago de una pesadumbre infinita que hace las horas tristes, y lentas y tediosas. Discreto, el sol occiduo dibuja y prende rosas de púrpura en las nubes; un aura leve agita las frondas en silencio y apenas precipita del viejo mar en calma las ondas rumorosas. La tarde, flor de ensueño, doblega el áureo broche y tiembla a la primera caricia de la noche que esparce desde oriente su inmensa cauda bruna. Mientras como un heraldo divino de esperanza asoma, tras la noche ilumínica que avanza, su rostro de oro pálido y magnifico: la Luna
FEDERICO BERMÚDEZ Y ORTEGA
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