Pedida luz
Lenta, mordida torpemente inclino la fresa violeta de mis sueños. Salgo al dolor de abrirme a mi tormenta, de regresarme al pozo de estos dedos por donde vierto ciega tanta vida.
Me llama el viejo oficio de aturdirme los delicados nudos de mi sangre, la paz de hundirme tardes en la esquina que tan tembladamente me ha crecido.
Llueve el reloj su prisa despiadada. Mi corazón, en tanto, me desvive la luz que anduve herida. De nuevo está lloviendo mi locura: será el sudor, esa mojada mácula muriéndome, esa señal de mar, esa respuesta que altiva nazco a quien a amarme acuda; Será mi entraña en bodas con el miedo, mi compasión de mí que quise en este templo la boca de otra vida estremeciéndome. Será que estoy entrada de cipreses esta prieta ansiedad desarrimada del roce estrecho del caudal henchido.
Estoy diciembre desde que tiemblo el corazón tan hondo. Mi nieve está en camino. Será que curvo el alma a su sosiego, será mi corazón arrodillado, pedido de otra luz quien me despierta la lava abierta de mi mar primero.
Me asusto en la cintura: nunca otro anillo ató más turbulencia.
Isabel Abad
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