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¿A quién le gusta sufrir o sacrificarse “porque si”? Tampoco lo hizo Jesús. Él no afronta la prueba decisiva como un “héroe de película”, sino como un Hijo obediente, humano como nosotros: Por amor al mundo, para glorificar el nombre de Dios, se entregó a la muerte. Jesús “obedece”, “muere”, “entrega su vida” y nos invita a seguirlo, a imitar su amor, a esforzarnos para que nuestra vida dé mucho fruto. La propuesta no es cómoda, pero es maravillosa. Así lo entendieron tantos seguidores de Cristo que “perdieron” su vida (= la consumieron haciendo el bien), a través de los siglos. También hoy, infinidad de misioneros, sacerdotes, religiosos/as, voluntarios/as, profesionales, trabajadores, padres y madres de familia, dirigentes, autoridades… de manera silenciosa procuran vivir el Evangelio, seguir e imitar a Jesús, ser en su puesto de combate, causa de salvación –material y espiritual– para cuantos los rodean |