Alabado sea Jesucristo…
Hoy celebramos a Juan Bautista, el precursor, la voz que clamaba en el desierto llamando a la conversión, anunciando la próxima llegada del Salvador y bautizando a las gentes para prepararlas a la venida de Jesús. El bautismo de Juan era entonces un bautismo de conversión, de penitencia, de preparación. El mismo Jesús –que por ser Hijo de Dios no necesitaba ese bautismo– bajó al río Jordán para bautizarse también como gesto de humildad y sumisión.
A partir del sacrificio redentor de Jesús, que con su muerte venció el pecado y con su resurrección nos concedió la vida de la gracia, podemos acceder a ese regalo, a ese don, a través del bautismo tal como ahora lo conocemos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Reflexionemos en este día que todos debemos ser un poco como san Juan Bautista: anunciadores de la salvación de Dios y de su gran misericordia. Para ello escuchemos el gran mensaje del santo para preparar el camino del Señor en nuestro corazón. Se trata de convertirnos desde la humildad, para disponernos mejor a escuchar y vivir las enseñanzas de Jesucristo. Y así poder ser, también nosotros, anunciadores de la Buena Noticia de Jesús.