Bajo este cielo azul todo florido de astros cada pupila siente que se ahonda el abismo y que ampliando sus formas tiene un florecimiento de estrellas y de cielos, como la inmensidad. Bajo el desnudo azul, luminoso de estrellas, se dignifica todo: charco, flor y gusano; y en el florecimiento desnudo de los astros la original belleza canta a la Eternidad. La beatitud serena de la noche refresca las canciones de chapo sonoro de la fuente y en toda cosa humilde la santidad del cielo pone unciones de estrellas, pone besos de amor. Los árboles enhebran sus canciones al viento, las raíces ahondan el negror de la tierra y entretejen los dedos de sus finas urdimbres presintiendo en el polvo la transfusión del sol. Las arañas triangulan sus geométricas telas en rosales o en cardos y a través de los hilos se proyectan pedazos de cielo con estrellas y así, hasta la araña teje su cendal de luz. Los senderos se alargan narrando una leyenda de antiguos peregrinos que no volvieron nunca… Los ojos se humedecen de bondad bajo el párpado y los labios cuajados de besos se hacen frutas largamente gustadas por una juventud. Los abuelos se sienten renacer en los nietos y sienten que prolongan la humanidad, la vida; y la madre que siente la tibieza del hijo al darle los pezones del seno, santifica el horror de la carne que florece gusanos… Yo pienso que en las noches todas floridas de astros hay olor a la luz nueva de vírgenes estrellas, y pienso que algún día lejano de una estirpe nacerá él que, venciendo los zipos de la muerte nos pondrá frente a frente de Dios y de la Vida (y hasta pienso que yo vendré, lejanamente desde otro astro, a escuchar las parábolas nuevas). |