La amistad.
La amistad es otro nombre del amor, una hermosa perla de vida, brillante, digna de cultivar. Sus caminos son extraños. El batallón se había replegado del campo de batalla a un refugio. La contienda era cruelmente combativa. El soldado muy triste pidió permiso a su oficial para rescatar al amigo del alma que no había regresado. - «Permiso denegado, soldado. El que no ha vuelto está muerto.» El muchacho no encontraba consuelo y sentía una necesidad poderosa de buscar a su compañero. Siguiendo un impulso superior se escapó sin autorización. Al poco tiempo regresó malherido, arrastrando con gran esfuerzo el cuerpo de su querido amigo. El oficial lo recibió indignado: - «Soldado, se da cuenta lo que ha hecho: ahora tenemos dos muertos más en la Compañía. ¡No comprende que no ganó nada en ir a buscarlo, que es lo mismo…!» - «No señor, no es lo mismo. Cuando llegué, él todavía estaba con vida, maltrecho. Cuando me vió, su rostro se iluminó, y alcanzó a decirme en voz baja: ¡Mario… estaba seguro que me venías a buscar.! y murió». La ley de atracción que opera con total sabiduría en el amor, nos motiva a realizar acciones que responden a la libertad, no a la autorización. Sus consecuencias suelen sorprendernos por la osadía que encierran y la nobleza que las protege. Una vida sin amistad tal vez no tenga riesgos sorpresivos, pero carece de brillo y de grandeza. No es lo mismo perder una batalla que ganar un reino, invisible pero mágico. Sin amistad… ¡no es lo mismo, señor!
Enrique Mariscal.
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