LUCÍA
Lucía palidece por la noche
y vuelve a su color durante el día;
en la tiniebla se destierra al llanto
y reaparece al alba, con la risa;
va del umbroso polo de la muerte
al extremo radiante de la vida.
Los ajenos misterios de su vida
umbríos son como la oscura noche,
su espíritu es santuario de la muerte
y es ánfora también de luz del día,
de una fúnebre flauta tiene el llanto
y de un ángel en éxtasis la risa.
El quieto mundo de su clara risa
cual Sísifo se entrega a amarga vida;
su consigna indeleble será el llanto
al ir por las veredas de la noche.
Al reavivarse en la ilusión del día
no sentirá el masaje de la muerte.
Dios no explica las formas de la muerte
al ángel prisionero de la risa;
un remedo de luz le da en el día
y a eso quiere que le llame vida.
Cual madreselva de la tibia noche
Lucía perfuma el orbe con su llanto.
Lucía es devorada por el llanto
cerca del ojo oculto de la muerte,
es un drama de angustias en la noche
y una farsa en el día con su risa,
su alma es ying-yang en esta vida
también ambigüedad de noche y día.
Su completa impresión de habitual día
tiene marcada con euforia y llanto,
porque sabe el destino de su vida
teme al abrazo frío de la muerte,
el pesar del fantasma de su risa
se agiganta en la estrella de su noche.
Sonámbula en la noche y en el día
con el remedio de su risa o llanto
no busca muerte ni desea vida.
Humberto