Estas pequeñas meditaciones de San Agustín, son como un rocío del cielo que refresca nuestro diario vivir.
Aprovechemos bien estas gotas que nos ha dejado para deleite de todos aquellos que aman a Dios,
y se gozan aprendiendo más cada día como debe ser
nuestra meditación, para alabarle, adorarle, obedecerle,
e ir por los caminos que en su gran amor nuestro
Padre Celestial nos enseñó, para que anduviésemos en el.