En una de estas tardes.
En una de esas tardes sin más pintura que la de mis ojos, te desnudé y el viaje de mis manos y mis labios llenó todo tu cuerpo de rocío.
Aquel mundo amanecido por la tarde, con tantos episodios sin historias, fue silenciosamente abanderado y seguido por pueblos de ansiedades.
Entre tu ombligo y sus alrededores sonreían los ojos de mis labios y tu cadera, esfera en dos mitades, alegró los momentos de agonía en que mi vida huyó para tu vida.
Estamos tan presentes, que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido; en el torrente de la vida estamos.
Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
Tu nombre, tu alegría… Nadie lo sabe; ni tú misma a solas.
Carlos Pellicer.
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