Muero cada día en el ocaso y nazco nuevamente con el alba, buscando eternamente en cada paso, el camino que me guíe hacia tu alma.
Un sendero colmado de ternura, con jardines florecidos de ilusión, su espacio impregnado de dulzura, y un estanque saturado de pasión.
¿Cuál es el margen que debo seguir? ¡Tan solo Dios! Puede responder, para luego, en el crepúsculo, tratar de no morir, y a tu lado lograr amanecer.
(Hugo F. M. Otero)
|