La
felicidad es una elección y una actitud de la mente. La razón por la que se ha
vuelto difícil
permanecer
feliz es que hemos entrado en el hábito de crear
pensamientos
y
sentimientos negativos.
Darle
vueltas una y otra vez a tal negatividad en la mente es como beber agua
contaminada.
Sólo nos
enferma.
Cuando la mente y el corazón no se
entienden entre sí y no funcionan en armonía,
el resultado es la depresión. La depresión es
muy común hoy en día.
¿Qué podemos hacer acerca de
ello?
Una solución es considerar que la mente es
un pequeño bebé, un bebé al que no se ha cuidado
bien durante un largo tiempo. Tenemos que
cuidarla con ternura y amor.
Aceptarla exactamente como es. No nos tenemos
que preocupar, inicialmente,
acerca de
cambiarla.
Esto puede resultar novedoso, ya que somos
nosotros mismos quienes tendremos
que ofrecer esa aceptación y amor a nuestro
propio ser.
Hablarnos a nosotros mismos de manera
paciente, confiada y
respetuosa,
puede parecer difícil al
principio.
Sin embargo, esto es lo que le dará a la
mente lo que realmente quiere,
aquello por lo que ha estado sedienta durante
tanto tiempo: alegría.
Ésta es alegría que viene del amor
verdadero, espiritual e incondicional.
Una mente positiva es el resultado de tener
amor hacia uno mismo.
¿Cómo conseguimos este amor?
Lo conseguimos a medida
que captamos el amor que Dios está compartiendo con nosotros.
Este amor puro es el que
habíamos estado
buscando.
Al abrirnos al amor de
Dios se termina nuestro desasosiego interno.
Entonces, la negatividad
que generan los deseos insatisfechos
también
empieza a
desvanecerse.
de la
red
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