¡Muchacha, corazón o sonrisa, caliente nudo de presencia en el día, irresponsable belleza que a sí misma se ignora, ojos de azul radiante que estremece.
Tu inocencia como un mar en que vives- qué pena a ti alcanzarte, tú sola isla aún intacta; qué pecho el tuyo, playa o arena amada que escurre entre los dedos aún sin forma.
Generosa presencia la de una niña que amar, derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa, a unos ojos templados que te miran, oreando un desnudo dócil a su tacto.
No mientas nunca, conserva siempre tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste, playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.
Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido; escucha el son de tu madre imperiosa; sé tú espuma que queda después de aquel amor, después de que, agua o madre, la orilla se retira.