El hombre misterioso
Una soleada tarde, Tita y su esposo caminaron por las pacíficas playas de "Maitencillo", pintoresca región, distante unos pocos kilómetros de Viña del Mar. Ya al atardecer, la pareja se sentó sobre la tibia arena a contemplar la bella puesta de sol. Cuando el Astro Rey comenzaba a inundar el lugar con sus dorados rayos, últimos de aquel esplendoroso día, Tita, siempre impulsiva e inocente, embelesada por tan hermoso panorama, gritó a los cuatro vientos: - "¡Chau Sol, eres muy hermoso, gracias, muchas gracias! ¡Hasta mañana, te espero!" Ella descansaba su mentón sobre el hombro izquierdo de su marido, abrazándolo por detrás, cuando una figura "aparecida de la nada" atravesó su campo visual. Era un joven hombre, alto, de cabellos claros que caían sobre sus anchos hombros, vestido con una túnica clara y "abrigado" por un manto color bordó. Recortado por el luminoso cielo pudo comprobar que era de complexión atlética. Tan pronto como apareció, aquel hombre elevó sus brazos al cielo y recitó una singular canción, en un lenguaje que a Tita y a su marido le era totalmente desconocido. Maravillada, la pareja lo contempló en silencio hasta que terminó su cántico. Luego, el extraño se volvió hacia ellos. - "Hasta ese instante no había podido ver su rostro, solo sus ondeados cabellos que jugaban con la brisa. Aquel hombre era de una belleza extraordinaria. Sus verdes ojos irradiaban paz y amor" - confesó Tita a mi abuela. Y este le dijo a la dama: - "¿Cómo está? ¡Qué bien, cómo admira al Sol! Hay que alabarlo... es bueno hacerlo..." - ¡Cómo no voy a alabarlo si es hermoso! rió cálidamente Tita. Y el hombre de tez dorada le devolvió la sonrisa. - "Era la más amorosa sonrisa que había visto en mi vida" recuerda la joven abuela. El desconocido se despidió con una sonrisa y un lacónico "Que estén bien". Impresionada, Tita, se quedó momentáneamente si habla. Contempló su esbelto cuerpo voltear. Pudo comprobar que calzaba sandalias de cuero, sujetas a sus piernas por tiras del mismo material. Cuando quiso responder al saludo, el extraño había desaparecido. Repentinamente había querido abordarlo, preguntarle su origen, porque, en un primer momento creyó que integraba algún grupo religioso o de estudios bíblicos. En vano lo buscó por toda la playa. Corrió hasta las escaleras que iban hasta la calle pero, sencillamente aquel ser se había esfumado. Tanto había calado aquel hombre el espíritu de Tita que lo buscó el resto de sus vacaciones. No hubo calle, vecindario o playa sin escrutar... sin embargo fue en vano... el hombre de la túnica ondulante no volvió a aparecer... Quizá pueda hallarlo en su interior... innegable morada de Dios |