¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual cruzamos por un lugar o un momento, sin tener plenamente conciencia de ello por estar siempre añorando al otro tiempo: al ya muerto, o preocupándonos por aquél que aún no ha nacido.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual no se aprende ya nada, ni damos nada, ni esperamos nada de nadie; aquél que construimos con mil esperanzas amortajadas o tan sólo un intento fallido.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual nos culpamos de todo, odiamos a todos y sufrimos de todo, permitiendo que un estúpido miedo o un abrupto enojo nos convierta en un individuo vencido.
¿Tiempo perdido?
Aquél que, de repente y sin darnos cuenta, ya se ha ido por guardar avariciosamente una espontánea sonrisa, un dulce “te quiero”, un esperado perdón o un olvido.
¿Tiempo perdido?
Aquél en el cual decidimos guardar tras un viejo armario el respeto a los demás o a nosotros mismos y en el que, además, cínicamente gritamos: “¡qué bien a mí me ha ido!”
¿Tiempo perdido?
Aquél que se aparece en el umbral de nuestra muerte y al cual le echamos la culpa de todo lo que fallamos o de la mala suerte, en vez de reconocer que a Dios lo pusimos siempre de lado y en un lugar escondido.
¿Tiempo perdido?
Aquél que, tú y yo, permitamos que siga fluyendo sin mayor conciencia, amor o esfuerzo, evitando de esa forma que nuestro ser pueda al cien por ciento vivirlo.
(desconosco autor)