Todos
estamos envueltos en intereses, preocupaciones, expectativas que nos
absorben. Muchas son superficiales y tontas, pero otras se relacionan
con la familia, el trabajo, los hijos, el porvenir y otros valores muy
legítimos que no podemos dejar de lado.
¿Quién no siente el peso de la lucha, el cansancio del camino? Muchos se agobian, pierden las esperanzas…
El
Adviento que acabamos de iniciar es, en el Año Litúrgico, el Tiempo de
la Esperanza. El Señor viene. El Señor está cerca. Jesús se hace “uno de
nosotros”. Ya no luchamos solos. Por eso, el salmo [de la misa de ayer
domingo] es un himno de alegría del peregrino que va al encuentro del
Señor: Vamos con alegría a la casa del Señor.
Esta alegre esperanza no es mágica: hay que buscarla y conquistarla. Por eso san Pablo exhorta: “Ya es hora de que despierten… revístanse de Jesucristo”. Se busca y se conquista la esperanza acudiendo al encuentro de Cristo que viene a nosotros. ¡Despertemos, llega el Señor! El Domingo
Sagrado
Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día más
para adorarte y servirte. Hagamos como decía San Agustín:
Señor a Ti solo busco, a Ti solo amo y tuyo quiero ser. Mi
único deseo es conocerte y amarte. (Sol 1,1,). La mies es
mucha y pocos son los obreros para recogerla. Es la Palabra
de Dios. Alabado sea Jesucristo. Amén. Yo siembro cada día
Pequeñas Semillitas, con el vehemente deseo de que se propague
la Fe, en el Sagrado Corazón de Jesús y suplico a todos los
creyentes y no creyenes, que pidan al Señor Jesucristo en
oración, que no haya más guerras ni hambre en el Mundo y reine
la Paz en todos los rincones del Orbe. Así sea. Detente, el
Sagrado Corazón de Jesús está conmigo. Casimiro López