Viajar.
El viaje, con sabio orden, puede ser otro medio para salir del estado pasajero de soledad. Aun los viajes cortos, pero sabiamente ordenados, que nos hagan salir de nuestra diaria rutina. Al conocer a otras personas nos enriquecemos. Si tenemos capacidad de asombro y estamos dispuestos a ver lo bello que los demás poseen, y hasta a nutrir el espíritu con los paisajes, con los lugares, con los pueblos que no conocíamos, estaremos rompiendo la barrera de la soledad.
La lectura.
La etiqueta de nuestra época podría ser "no tengo tiempo". Casi nadie lee, sólo cosas superficiales; los encabezados de los periódicos, las revistas. Vivimos contra reloj; de ahí la importancia de detenernos a leer algo que nos nutra, un pensamiento que nos alimente, que nos dé fortaleza para seguir viviendo. Hay muchos libros que tienen la sabiduría de otras almas y nos invitan a ser mejores, pero ninguna biblioteca es mas rica que aquella en la que está la solución a cada problema de la vida: la Biblia y si sabemos leer con ánimo atento los santos Evangelios no solamente conoceremos a Jesucristo, su historia, su doctrina, nos encontraremos con Él; lo haremos el franco amigo, que dará sentido a toda otra amistad humana, y dignificará nuestra convivencia con los hermanos, compañeros de viaje en el mundo.
Cultivar varios círculos.
Para combatir la soledad es importante tener varios círculos de amigos, para no encerrarnos en un determinado círculo con un grupo cerrado, el grupo de concreto que nadie más puede traspasar. Debemos abrir nuevas rutas de amistad para agigantar nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de vivir.
Hoy, todo lo compramos en oferta, estamos metalizados para adquirir lo que necesitamos. Por esto no tenemos amigos, o los vamos perdiendo, porque no se venden en ofertas de
2 x 1, ni nos dan "paquetes" de amigos como suelen ofrecernos las cosas en las "súper cadenas" de "súper tiendas". Necesitamos amigos sinceros que nos ayuden a peregrinar, que nos inviten con su ejemplo a ser mejores, que nos motiven a pensar más que en uno mismo, en los demás.
Pero a medida que la vorágine del mundo nos arrastra, vamos dejando el sentimiento humano más bello que puede existir: la amistad sincera, profunda, leal, desinteresada que busca en la mano amiga, alguien que ayude a salir de los problemas. Un amigo es un ser con el cual "nos atrevemos a ser nosotros", sin caretas de ninguna especie. Nos conoce como somos y así nos acepta, nos quiere y nos ayuda a superar las crisis que atravesamos. La amistad es un complemento de la vida; un equilibrante total y absoluto que nos permite disfrutar de la existencia. Amigo, y doblemente amigo, será aquel que nos ayude en nuestro peregrinar cuesta arriba, siendo como otro "yo" que carga con nosotros nuestra condición humana. Pero a la vez, nosotros seremos amigos verdaderos cuando ayudemos a los demás, como si fuéramos nosotros mismos a cargar el fardo humano que les ha tocado.
La amistad es la proyección del "yo" en una nueva dimensión que nos agiganta y perfecciona, propiciando nuestra vida práctica dentro de la comunidad.