¡¡Estos huesos brillando en la noche, Estas palabras como piedras preciosas En la garganta viva de un pájaro petrificado, Este verde muy amado, Este lila caliente, Este corazón sólo misterioso.
Un viento débil Lleno de rostros doblados Que recorto en forma de objetos que amar.
Ahora En esta hora inocente Yo y la que fui nos sentamos En el umbral de mi mirada.
No más las dulces metamorfosis de una niña de seda Sonámbula ahora en la cornisa de niebla Su despertar de mano respirando De flor que se abre al viento.
Explicar con palabras de este mundo Que partió de mí un barco llevándome.
El poema que no digo, El que no merezco. Miedo de ser dos Camino del espejo: Alguien en mí dormido Me come y me bebe.
Extraño desacostumbrarme De la hora en que nací. Extraño no ejercer más Oficio de recién llegada.
Has construido tu casa Has emplumado tus pájaros Has golpeado al viento Con tus propios huesos Has terminado sola Lo que nadie comenzó.
Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días Sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta, Se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me Lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su Espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nom- Bres creciendo solos en la noche pálida).