Caminar sin prisas por la vida
Las personas que logran hacer más sin llegar a cansarse
son aquellasque han aprendido a cambiar de ritmo
según la necesidad y ocasión.
A veces es necesario darnos prisa, pero otras veces hay
que saber tomarnos las cosas con tranquilidad
e ir a un ritmo relajado.
Hay muchas cosas que nos perdemos por no vivir al ritmo
adecuado.No cambiar nunca nuestro ritmo de vida
resulta matador.
Algunas actividades deberíamos saber tomarlas más relajadamente,
pero igualmente hay otras actividades en las que debiéramos ser
más aceleradas, resueltas y resolutivas.
Por ejemplo, puede sucedernos
que caminemos y hablemos con demasiada rapidez y por otra parte
pensemos y trabajemos con lentitud excesiva.
Por ejemplo, quienes han estudiado la nuestra habilidad mental
en la lectura y comprensión de lo que se lee, señalan
que la mayoría de las veces es mejor leer con cierta rapidez,
pues la mente tiende a
distraerse cuando se lee muy despacio.
Quizás pueda convenirle a algunas
personas cambiar su ritmo de la lectura y, en vez de hacer
de ella un examen lento y detenido, dedicarle una concentración
enérgica y ágil de la atención.
Como en todo, no existe un ritmo único que sea apropiado
para todo lo que se lee. Algunos libros se leen mejor
corriendo con la vista y otros, como por ejemplo de Cervantes,
Shakespeare o Tolstoi, con enamorado sosiego.
Me cuenta una amiga que hace ya muchos años, al comprar un
nuevo automóvil, resolvió seguir escrupulosamente
las instrucciones que se daban entonces,
de no ir más de 45 kilómetros por hora
durante los primeros 800.
Se quedó estupefacta al comprobar la diferencia que
unos pocos kilómetros por hora significaban en satisfacciones y
sensaciones personales que hasta entonces le eran desconocidas.
Hasta que disminuyó la velocidad nunca se había percatado
del viejo árbol de magnolia en el camino a la estación.
La copa del árbol estaba deshecha por los muchos años
de tormentas, le faltaban varias ramas, pero sobrevivía
con tanta fuerza y altivez que se avergonzó por los instantes
en que se desalentaba por pequeñeces de la vida.
Hay una catedral de árboles y rocas a un lado
de la carretera a poco más de un kilómetro de donde vivo, y dan
una sensación de calma y de poderío.
Sólo mirar los árboles y dedicarles un pensamiento
cuando paso junto a ellos me bastan para experimentar
paz interior. Siempre han estado ahí, y hasta que no ralentizas tu
marcha ni te percatas de todo cuanto te estás perdiendo por ir tan
aceleradamente por la carretera.
La mayoría devoramos la comida y así nos perdemos
la mitad del placer que nos ofrece.
Yo solía comer sin masticar.
Un día decidí hacer como si reprodujese una película
en cámara lenta y por primera vez tomé el sabor
a manjares que toda la vida
había estado comiendo inconscientemente, por así decirlo.
Recientemente he descubierto la enorme diferencia
que hace el saber cambiar de ritmo en la respiración.
He comprobado que cuando
estoy fatigada y en tensión nerviosa, puedo descansar
e incluso dormir si disminuyo el número de aspiraciones y
aumento el de espiraciones.
Es una práctica que además de darme beneficios físicos inmediatos,
me proporciona una grata sensación de dominio de mí misma.
Te recomiendo probarlo, verás que cuando respiras lentamente
para distender el organismo o cuando respiras rápidamente para
estimularlo, se despierta toda una seria de sensaciones
y de músculos
que no conocías cuando dejabas la respiración entregada por
completo al inconsciente.
Otra oportunidad de un saludable cambio de ritmo en la vida
se me presenta los domingos en la iglesia.
Ahí se puede pensar en las
cosas realmente importantes, en vez de las meramente urgentes.
En las tradicionales cadencias de los textos litúrgicos,
en las parábolas del evangelio y en los himnos, encuentro
una refrescante novedad de ritmo,
un reposo renovador después del diario ajetreo de la televisión,
la radio y el comercio.
Y por más que mis pensamientos divaguen y se alejen
de lo que está diciendo el predicador, mi mente y mi corazón
se dirigen al mandato supremo que oyó el salmista:
“Guarda silencio y sabe que yo soy Dios”.
Además, me agrada la sensación de liberarme de las ataduras del
tiempo que me da la Biblia. Cuando David exclama en un momento
de visión directa:
“Porque mil años son ante tus ojos como el día de
ayer que ya pasó, y como una de las vigilias de la noche,”
no me parece que mida el tiempo
con nuestra vara.
¿No está demostrándonos acaso que lo que llamamos
tiempo es sólo una ilusión creada para su conveniencia
por el hombre?
Así pues, también el alma puede beneficiarse del cambio de ritmo.
Hacer más lento el andar del cuerpo puede muy bien
hacer más rápida la percepción de lo que realmente importa.
No descuidemos nunca la oportunidad de cambiar el ritmo de
nuestra vida para dar al alma la posibilidad de vivir.
.
Conclusiones:
Es muy saber cambiar de ritmo en la vida, adaptarse a la necesidad,
y probar así nuevas experiencias que el cambio de ritmo nos otorga.
Es muy importante caminar lento, disfrutar de las
grandes maravillas
que tenemos en nuestro entorno, con las prisas de nuestras vidas
nos perdemos la mitad de las cosas que realmente son importantes.
Vivimos tan de prisa que a veces olvidamos detenernos
para disfrutar los detalles de la felicidad.
Pensamos que los hijos nunca van a crecer,
o que nuestros padres nunca van a morir, y hasta tenemos por poco
el amor que nuestra pareja nos regala y demandamos más…
La vida está llena de felicidad, pero vivimos tan afanados
por el mañana que se nos olvidan los minutos del hoy.
Disfruta de la vida, no vivas tan apresuradamente, que a ese ritmo
frenético te pierdes todo lo maravilloso que puede ser el mundo
si sólo te relajases un poco para mirarlo con buenos ojos.
Con amor
Shoshan