Atrévete a creer que Dios está presente en cada uno de tus actos,
que cuando más sólo te sientes más pendiente está de ti,
que estará para ti aún si llegaras a dudar de su existencia,
porque Su amor es absoluto e incondicional…
Atrévete a aceptar las cosas que se salen de tu control
con el mismo amor con que recibes lo que sale de acuerdo a tus planes,
confiando plenamente que todo mejorará y que tienes el poder
de resarcir hasta lo que parece irreparable…
Atrévete a comenzar de nuevo, de cero si acaso es necesario,
porque nadie puede limitar tu prerrogativa de reinventarte…
Atrévete a amar sin condiciones, sin reservas ni temores,
sabiendo que el acto de amar en sí mismo es extraordinario,
comenzando por amarte a ti mismo,
apreciando cada una de tus virtudes y cada uno de tus defectos,
porque ellos te hacen un ser único e irrepetible…
Atrévete a decir lo que piensas, lo que sientes,
aún cuando los demás no estén de acuerdo,
de la mejor manera, asertivamente, sin cohibirte ante los demás
porque no estén de acuerdo contigo,
porque cada ser humano es diferente y puede discrepar y expresarse…
Atrévete a admitir que estás predestinado a ser feliz,
que la armonía y la paz son tuyas por derecho,
que por el sólo hecho de haber nacido mereces la felicidad…
Atrévete a equivocarte y seguir adelante,
porque todo lo que no acaba contigo te hace más fuerte,
porque triunfa el que continúa a pesar de sus faltas, y tú eres un triunfador…
Atrévete a confiar en ti mismo, porque estás lleno de asombrosas cualidades
que, si aún no han aflorado por completo,
indudablemente emergerán cuando más lo necesites…
Atrévete a mantener la esperanza,
porque el mundo pertenece a los soñadores,
a los que se niegan a claudicar…
Atrévete a ser TÚ, porque eres perfecto,
nadie tiene derecho a cambiarte,
y en la medida en que te aceptes tal cual eres
ganarás el respeto y la admiración de quienes te rodean…