Venga mi viejita, venga aquí, a mi lado, Quiero que charlemos de cosas, de historias... las tuyas, las mías, las bellas, las otras... las cosas del alma. Observo tu pelo color gris plateado, refleja los años, los años pasados… Mira esas arrugas, testigos del tiempo...cada una de ellas conoce su dueño... dime, Viejecita, ¿cuál será la mía? Sírvame otro mate, con esas manitas… ellas son las mismas que me acariciaban... las que me mecían, las que me abrigaban... las que cocinaban la mejor comida… y las que arreglaban mi ropa estropeada... hoy están cansadas, y tímidamente recorren mi rostro, que apenas distinguen tus pesados ojos... esos ojos lindos, esos ojos puros... llenos de esperanzas... colmados de asombro...
Ellos descubrían mi alma apenada, mis luchas, secretos, angustias. Silencios. Tú siempre supiste lenguajes del alma... ése que hoy me sirve para hablar contigo... el que siempre ayuda a decir las cosas que salen de adentro... que vienen del cielo... que huelen a limpio... que saben a dulce... Te veo encorvada, tu espalda pequeña, tus hombros caídos, tu cintura breve, el paso es más lento, y tu voz bajita… ¡pero eso qué importa, terminaste tu obra... tiene treinta años...o quince o cincuenta...eso es lo que cuenta . No... no apure su paso... hoy no es necesario... Ya todo está hecho, la mesa está puesta... la ventana abierta... ¿Y sabe una cosa?... le traje unas rosas... las que le gustaban... las rojas, las blancas, tráigame un florero, en él las pondremos… y cuando se sequen guárdelas con celo, en aquel librito en donde guardaba las rosas del Viejo... Vamos a la mesa, ya todos te esperan... hoy eres la reina...del día la dueña Como dueña eres de toda esa historia... historia que todos también somos parte. Todos los que estamos y los que se fueron... Aquí está su copa...tómela en sus manos y brinde conmigo, con ellos con todos…
Venga mi Viejita, siéntese a mi lado sigamos hablando...