Alabado sea
Jesucristo…
Espíritu de amor, tú eres la Gema de Dios, eres como lo
más selecto de Dios, si es que se puede hablar así. Tú eres como Dios
concentrado, y adonde llegas, calientas, iluminas e instruyes las inteligencias
y los corazones. Por eso hoy quiero pedirte que vengas a mi corazón, a mi alma;
que te comuniques conmigo y me des el conocimiento de la Verdad; que me
instruyas en las enseñanzas del Evangelio y me ayudes a llevarlo a la práctica,
pues sé que de ello depende mi santificación.
Espíritu Santo quiero ser tu gran amigo, porque tú eres
el Amor y no sabes otra cosa que amar. Por eso te pido que me ames, que
aumentes tu amor en mí y aumentes mi capacidad de amarte y de amar a mi
prójimo. Estoy seguro que si tú vienes a mí, ya nada me faltará, porque
teniéndote a ti, lo tengo todo y nada me falta.
Bendito Espíritu divino, ten misericordia de mí y
límpiame de todo pecado. Ayúdame a ser cada día más bueno, según tu
beneplácito, y dame la gracia de jamás ofenderte con un pecado mortal, y de ser
posible que tampoco cometa faltas veniales. En definitiva quiero ser santo con
tu poderosa ayuda. Te lo pido a ti que eres el Santificador, y que puedes
convertir mi barro y mi nada en una estrella de santidad.
¡Buenos días!
Un regalo especial
Un niño es el
regalo de Dios para tus días tristes. Es el movimiento y el torbellino de la
vida que se agita, que salta, que corre, que sueña, que sonríe y se duerme. Un
niño es siempre una esperanza, un por qué vivimos y trabajamos sin dar lugar a
la fatiga. ¿Podríamos vivir sin su bullicio, sin sus sonrisas, sin la abismante
profundidad de sus preguntas?
Hace un tiempo, una mamá castigó a su hijita
de tres años por desperdiciar un rollo de papel de regalo dorado. Entonces el
dinero era escaso, por lo que se enfureció al ver que la niña trataba de
envolver una caja para el árbol de Navidad. Sin embargo, por la mañana la niña
le llevó el regalo a su mamá, y le dijo: "Esto es para ti, mamita".
Ella se sintió apenada por su reacción de ira, pero luego volvió a explotar al
ver la caja totalmente vacía. Le gritó: "¿No sabes que al dar un regalo,
se debe poner algo adentro?". La pequeñita la miró hacia arriba con lágrimas
en los ojos y dijo: "Oh mamita, no estaba vacía, yo soplé besos adentro de
la caja, todos para ti, mamita querida". La mamá se sintió morir. Abrazó a
su niñita y le suplicó que la perdonara.
En una forma muy
real aunque invisible, cada uno de nosotros los humanos, hemos recibido una
caja dorada, lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos, amigos,
familia y del mismo Dios. Nadie podría tener en propiedad un cofre más
precioso. Cuando te sientas mal abre esa caja llena de cariño y sana las
heridas de tu corazón.
Padre Natalio