Alabado sea Jesucristo…
Colaborar con el Espíritu Santo en nuestra santificación es escoger siempre el camino que nos enseña Jesucristo.
El don mayor de Cristo resucitado es el Espíritu Santo. Sus primeras palabras a sus apóstoles, reunidos en el cenáculo fueron: "Recibid el Espíritu Santo". Era el cumplimiento de una promesa que les había hecho en la Última Cena: iba a mandar al Espíritu Consolador.
El Espíritu Santo les dio un poder espiritual: el de perdonar los pecados. Aquí vemos cómo el Espíritu Santo les da la facultad de hacer lo que Cristo hacía durante su vida. Es el Espíritu Santo quien les dará el poder de predicar y de santificar como hacía Cristo. La misión de la Tercera Persona es secundar la obra de Cristo, llevar a los hombres a transformarse en Cristo. Ser devoto del Espíritu Santo es ser un hombre "espiritual", que quiere decir dejarse guiar por Él, y no ser un hombre "carnal", que significa dejarse arrastrar por las propias pasiones.
¿Hasta dónde me guía el Espíritu? El punto de llegada siempre es el mismo: Cristo. Cristo era el hombre del Espíritu porque siempre se dejaba iluminar por sus inspiraciones.
¿Cómo sé que me estoy dejando "mover" por el Espíritu? Es muy fácil: cada vez que opto por el bien y rechazo el mal, estoy colaborando con Él. Donde hay un ser humano que está haciendo el bien, allí está obrando el Espíritu de Dios.
¿Cómo aumentar el influjo del Espíritu Santo en mi vida? Cada vez que recibo un sacramento el Espíritu Santo viene a mi alma. El acercarme frecuentemente al sacramento de la reconciliación y a la Eucaristía es una manera óptima para incrementar su presencia dentro de mí.
Cuando una persona ora abre la ventana de su alma al Espíritu. Así Él podrá influir en mi inteligencia, mi voluntad y mi corazón. Dios no rehusa su gracia a la persona que se dispone a recibirla.
P. Fintan Kelly
¡Buenos días!
Consulta al abogado
Es un hecho real que se puede ganar una o muchas batallas, pero terminar perdiendo la guerra. Es lo que dice con claridad el refrán castellano: “El que ríe último, ríe mejor”. Es una animación a perseverar en el esfuerzo y la vigilancia. Un universitario no puede contentarse con aprobar una o varias asignaturas, sino todas para obtener su título de arquitecto, médico o ingeniero.
Un carnicero acude al despacho de su vecino abogado y le formula una consulta:
—¿Se puede denunciar al dueño de un perro que ha entrado en la carnicería y se ha llevado un filete?
—Claro, responde el abogado.
— Y ¿a cuánto ascendería la multa que le podría caer al dueño del perro?
El abogado responde: —A trescientos euros.
—Pues, es usted dueño del perro, -responde el carnicero, —tengo varios testigos que pueden certificarlo. Ya me está pagando esa cantidad si no quiere que formule la denuncia.
El abogado, sin inmutarse, le entrega los billetes. Al día siguiente, el carnicero recibe una nota que indica lo siguiente: "Por consulta al abogado, factura 600 €".
En las pruebas y luchas de la vida, piensa en el Paraíso donde todo será renovado y transformado: la fe se convertirá en visión, la esperanza en posesión, la tristeza en alegría, la fatiga en descanso y la lucha en corona triunfal y victoria definitiva. Ahí, en verdad, “El que ríe último, reirá mejor”. Te lo deseo de corazón.
Padre Natalio