Soy parte de un universo ordenado donde las estaciones cambian y la nueva vida surge a su debido tiempo; donde las flores brotan y las manzanas maduran siguiendo un diseño, y yo cumplo con lo que he de hacer con facilidad y gracia.
Al observar la naturaleza, me doy cuenta de que ciertamente “todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. En el verano, las hojas no están ansiosas por tornarse doradas ni la fruta se apresura para caer del árbol. La naturaleza converge con el ritmo de la vida. Fluyo con la vida con facilidad: llego a tiempo, logro mis metas y promuevo mi salud. Estoy consciente de lo que es importante para mí y mantengo un balance. Con gratitud, estoy plenamente presente en este momento.
Hay un momento para todo lo que ocurre y para todo lo que se hace.—Eclesiastés 3:17
Cuando los compromisos en mi vida me abruman, es hora de buscar la paz de Dios. Comprendo que Dios no sólo conoce mis necesidades, sino que me da paz si se lo permito. Me dirijo al Espíritu morador y digo en silencio: Dios no es un Dios de confusión, sino de paz. Si todavía siento tensión o estrés, repito esta oración hasta que comience a sentir que la paz de Dios me envuelve.
La complejidad y el afán del día desaparecen a medida que mis pensamientos se tornan más ordenados. Soy capaz de proseguir con mi día sin prisa ni confusión, con la confianza de que la voluntad de Dios para mí es plena paz. El espíritu de Dios está en mí siempre, ayudándome a recobrar la calma dondequiera que invoque Su presencia.
Dios no es Dios de confusión, sino de paz. —1 Corintios 14:33
La luz de un nuevo día amanece en mi conciencia. Camino sereno y seguro.
Unámonos en oración para traer a manifestación la luz espiritual, la cual iluminará nuestros caminos en los días venideros. En la simbología de las Santas Escrituras, un nuevo día representa un grado de desarrollo en conciencia espiritual. Cuando la luz de un nuevo día amanece en nuestra conciencia, disipa cualquier condición de oscuridad espiritual que pudo haberla precedido, así como la salida del sol luego de la madrugada disipa la noche y hace que todo sea claro y hermoso.
Cuando un nuevo día amanece en nuestra conciencia, toda incertidumbre desaparece. Vemos ante nosotros oportunidades para manifestar nuestro bien, para hacer el bien, para amar a Dios con todos nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras fuerzas.
Si mi pueblo … ora … yo lo escucharé … y sanaré su tierra.—2 Crónicas 7:14