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¡Oh, vaso sagrado de la tristeza, oh, místico amante taciturno, de mis noches estrelladas!
Siento en el corazón una inmensa melodía, en el alma una lluvia meteórica de anhelos y, en el estómago la excitante danza frenética de mil mariposas...
Yo dejaré en libertad, sobre tu pecho, mis azuladas palomas, volarán sempiternamente sobre tu fe insegura, haciéndolo con alegres y majestuosos vuelos, bajo los poderosos rayos de mi corazón sediento de sol, de lunas y estrellas...
Te acariciaré, con primorosa dulzura, el alma sabrás del néctar de mis frutas sazonadas. Bajo tus pies pintaré, con el pincel sacro del amor, todas las ardientes amapolas de la campiña. Así, amante mío, tus ojos de ilusión haré brillar, a tu corazón extasiar de dulzura, al paladear, el sublime sabor, de sus mieles. ¡ Te lo juro, amor! Ya no serán vanas promesas, de las mil una que, antaño hice, cinceladas con el arco y violín cruel de un viento inhóspito. sino con un cálido clamor de luminosas islas, derrochando perfumadas esencias y anhelos de un sentimiento sincero…
Yo ansío tu boca de cálidos corales sobre la mía, tu cuerpo de roble, aposentado en la lozana Primavera, perfumando mis estancias. Deseo y sueño, la cadena tibia de tus brazos despertando la brisa poderosa de mis pájaros, a la luz de los mil anhelos dorados del ensueño, para levar el ancla que se crispó en las negras profundidades marinas del olvido. Arriando, para siempre, la memoria de mis velas, de aquel tiempo en que, ellas, tan sólo volaban dentro del insalvable pairo… de la más infinita tristeza…
* ANNY GORDON Copyright (C) 2007
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