Aprendí a quererte con miedo con sombra con cada viernes abstracto y algo de furtivo. Aprendí a quererte con arañas y serpientes, con un día de tres soles aprendí a decir que te quiero, con ese miedo de pensarlo de creerlo y ahora no lo entiendo. Aprendí con la crítica del lector junto al deseo transeúnte, junto al coraje de un niño de veintiséis años en el mes de septiembre. Aprendí a quererte con esa loca idea que ve cada calle en el drenaje del olvido; aprendí con miedo y el mucho valor de seguir pensando que podía quererte como ahora te estoy queriendo.
Colaboración de Gustavo Teneche
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