Tiempo de dulces heridas
Niña de mi alegría luz de mis calles vacías armadura contra los pecados de mi inmadurez niña de añoradas morriñas al resplandor sublime del Sol a la sombra de los sauces en verano tiempo de dulces heridas aderezadas con la sal de la vida y el néctar embriagador de un primer amor, tú y yo, bebiéndonos nuestros insomnios y nuestras culpas al amparo de la efímera tregua de la prisa y todavía a este lado de la alambrada de la rutina al resguardo de los vientos de la apatía y el desánimo que se cernían a nuestro alrededor.
Colaboración de Raúl Lázaro Manzano
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