Recuérdame, no eternamente, en pequeños segundos de noche despejada o viaje a ninguna parte, en el último verso que te arrastré a la ventana para saberte respirando.
Recuérdame amando paisajes que no existen sonriendo con gotas de luna triste en la mirada acariciándote las tinieblas sin entender tu muerte y emocionándome.
Colaboración de Raquel Pérez Salas
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