Respondo el llamado a seguir el camino espiritual.
Aunque aprecio las cosas materiales, sé que las cosas que se compran no satisfacen los deseos del alma. Quizás tome conciencia de que mi inquietud interna es una forma de “pobreza espiritual”. Decido dar un vuelco a esto respondiendo al llamado espiritual. Abro mi corazón y mi mente, y me preparo para el crecimiento. Más que cualquier otra cosa, deseo sentir más profundamente a Dios. Mi búsqueda espiritual es el sendero más gratificante de mi vida.
A medida que viajo por el camino de la vida, pongo en práctica lo aprendido. Incorporo verdades espirituales y éstas se convierten en mi fundamento. Mi sistema de creencias beneficia mi trabajo, mis relaciones personales y mi enfoque de la vida.
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.—Mateo 5:3