¿La risa puede curar?
Al reírnos se producen en nuestro cuerpo respuestas fisiológicas muy beneficiosas, que también influyen sobre lo mental-emocional. La risa provoca la liberación de unos neurotransmisores llamados endorfinas que mantienen la elasticidad de las venas y arterias y estimulan el centro del cerebro (hipotálamo), sede de las emociones. Además, reduce el cortisol, que deprime todo nuestro sistema inmunológico y que se libera sobre todo por estrés, y aumenta la inmunoglobulina A salival y los interferones en sangre, dos elementos claves para la defensa inmunológica.
Delauro y Manno afirman que la risa puede ayudar a revertir ciertas patologías mientras se sostengan la actitud y la acción de reír con algunos complementos, como corregir nuestro lenguaje cotidiano negativo, llevar una alimentación adecuada y cambiar hábitos y conductas de vida. “Asumiendo una actitud de sonrisa, de risa y de buen humor se aleja la preocupación, que es la madre de casi todas nuestras enfermedades, tanto físicas como mentales”, asegura Delauro.
Por supuesto que los resultados de una carcajada genuina (como cuando nos tentamos y lloramos de risa) no tienen comparación. Pero la propuesta de Delauro y Manno de forzar la risa no es algo demasiado alejado en resultados. “Mientras se produzcan los estímulos o impulsos y lleguen hasta la hipófisis, esta responderá como está preparada para responder. La glándula no reconoce si el gesto o la actitud que motivó el impulso nervioso es forzado o verdadero”, explican. Por eso, autoprovocarse la risa es una técnica que actúa como cualquier ejercitación física que se practica buscando un resultado. “La risa forzada se convierte en risa estimulada”, afirman.
Cualquiera puede argumentar que riendo no soluciona sus problemas, pero sí alivia las tensiones que tienden a perpetuarlos. Según Delauro, la risa nos aleja de una situación dramática y con esa actitud somos capaces de encontrar más de una posible solución positiva. La risa puede restaurar el equilibrio que la crisis afectó. Y agrega que “por supuesto existen situaciones en las que se vuelve casi necesario vivenciar emociones negativas, pero lo que no debemos hacer es convertir en un hábito esos estados de ánimo, perpetuándolos en el tiempo”.
Es un círculo difícil de desentrañar: ¿nos enfermamos porque perdimos la risa y las actitudes que ello lleva aparejadas o por estar enfermos terminamos perdiendo la risa? La regla es que se vive mejor y nos enfermamos menos manteniendo una actitud alegre y riendo más seguido.
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