De hecho, la glicina ha demostrado ser más eficaz que la penicilina para la eliminación de
determinados agentes patógenos. Sin embargo, la glicina se encuentra únicamente en el ajo
crudo recién cortado o machacado, lo que una vez más confirma la sabiduría de los antiguos
médicos chinos. Cuando se corta un diente de ajo crudo, una sustancia vegetal neutra
denominada aliína se combina con una enzima
denominada alinasa para producir el potente factor glicina. El olor característico del ajo crudo
recién cortado se debe a esta poderosa reacción enzimática. Las píldoras, aceites y demás
extractos inodoros de ajo que se venden en las tiendas de productos de régimen están completamente
desprovistos de glicina y son, por tanto, terapéuticamente inútiles.
En la antigua China, la tuberculosis se trataba eficazmente mediante cataplasmas calientes
de ajo fresco aplicadas en la espalda. Los factores terapéuticos volátiles penetraban en la
piel y llegaban a los pulmones, donde destruían el bacilo que causa la tuberculosis
. Asimismo, el ajo es igualmente eficaz para limpiar el aparato digestivo de lombrices
y demás parásitos, para prevenir gripes y resfriados y como tonificante de la libido.
El consumo diario habitual de ajo fresco crudo proporciona una completa
protección contra innumerables enfermedades contagiosas y parásitos.