La tarda
Despunta por la rambla amarillenta, donde el puma se acobarda; viene de lágrimas exenta la Tarda.
Ella del esqueleto madre al puente baja inescuchada, y antes que el rondín ladre a la alborada lanza ronca carcajada.
Y con sus epitalamios rojos, sus vacíos ojos y su extraña belleza, pasa sin ver por la senda bravía, sin ver que hoy me he muerto de tristeza y de monotonía.
Va a la ciudad, que duerme parda, por la muerta avenida, sin ver el dolor, distraída, la Tarda.
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