Los estudiantes que completan sus logros académicos experimentan un sentido de satisfacción. Como se les recuerda en los discursos de graduación: Hoy es el primer día del resto de sus vidas. Reflexiono acerca de la verdad de esta frase en mi vida. Recuerdo las graduaciones por las que he pasado, dentro y fuera del salón de clase.
Cada experiencia ha fortalecido mi fe y ha traído con ella la guía para una vida mejor. Así como he ganado sabiduría para el vivir cotidiano, he ganado sabiduría espiritual. Las prácticas y los estudios espirituales me permiten graduarme de un nivel de comprensión a otro más elevado. Soy enriquecido por la sabiduría. ¡Hoy es el primer día del resto de mi vida!
Cuando la sabiduría entre en tu corazón, y te deleites con el conocimiento, la discreción te protegerá y la inteligencia cuidará de ti.—Proverbios 2:10-11
Puede que haya muchos miembros de la familia, maestros y mentores que han impactado mi vida y a quienes considere ejemplos valiosos. Cuando pienso en estas personas, recuerdo cómo me han apoyado, motivado e inspirado. Siento gratitud por todo lo que han hecho para ayudarme a ser la persona que soy hoy.
Mas, ¿he pensado en mí como ejemplo? Yo también puedo marcar la pauta en las vidas de los demás. Cada día, puedo ser un ejemplo como padre o miembro de la familia, como compañero de trabajo o amigo, y por medio de las maneras en que demuestro mi fe en Dios. Valoro estas oportunidades y doy gracias por quienes han sido ejemplos para mí.
Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios.—1 Pedro 4:10
El perdón abre un lugar en mi corazón para la paz y el amor.
El perdón es una expresión poderosa de amor. Cuando deseo perdonar a alguien, comienzo con el simple deseo de liberar el resentimiento.
Elijo dejar ir toda mala voluntad o amargura hacia otra persona. El perdón no ignora el comportamiento que en principio causó el disgusto. Sin embargo, me libera de sentimientos negativos que me perjudican. También evita que lleve mi vida con sentimiento de culpa.
Yo soy el que tiene que ser liberado. Ya no necesito justificar mi razonamiento para hacer a otro culpable de mi dolor.
Siento la bendición de Dios al reemplazar el resentimiento aparentemente justificado con el perdón. He abierto un lugar en mi corazón para la expresión plena de la paz y el amor.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.—Lucas 23:34