La diferencia entre un reto y una buena experiencia está en nuestra actitud y perspectiva. Si alguien me dice: “Estás perdido”, mi respuesta es: “Estoy explorando”. Respondo con confianza al llamado de ser el amor de Dios y expresar más el poder infinito de Su amor en mí.
Me preparo para y tengo la intención de experimentar el bien. Veo mi vínculo con amigos o una discordia no anticipada como una bendición. Estas son oportunidades de profundizar amistades o lograr nuevas comprensiones para que el amor se exprese con más amplitud. El amor divino se expresa por medio de mí como guía, sabiduría y compasión, asegurando mi éxito.
¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas.—Miqueas 4:2
Me siento en casa en la paz y la presencia del Espíritu.
Cuando pienso en llegar a casa como un sentimiento sagrado de comodidad y seguridad, sé que puedo descansar y renovar mi espíritu dondequiera que esté. No necesito ir a un sitio determinado para encontrar paz. Ya estoy en casa. Estoy en casa en la paz y la presencia del Espíritu.
Centro la conciencia en mi corazón, sintiendo la fortaleza de la paz y el amor divinos que están siempre presentes y disponibles. Un sentido profundo de gratitud y seguridad me llena. Me siento en casa en la paz y la presencia del Espíritu. Sin importar dónde o con quién esté, siento una vibración de paz y amor. Irradio esos sentimientos cálidos a mi alrededor para bendecir a otros. Me siento en casa en la paz y la presencia del Espíritu.
Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.—1 Juan 4:16
El orden del Espíritu siempre está en desarrollo si tengo ojos para apreciarlo. Recuerdo que la oración no es una varita mágica, sino una manera de transformar cómo veo las cosas. Cierro los ojos y determino cambiar mi visión. Imagino un panorama mayor en el cual el Espíritu divino obra en mí y por medio de mí. Abro mi mente a nuevas revelaciones del bien de Dios.
La energía divina vive como yo con cada aliento que tomo. Me entrego con gratitud a la certeza espiritual de que mi vida está en orden divino. Como semillas creciendo en suelo fértil, los pensamientos de armonía y prosperidad echan raíces en mi mente. Veo con mayor claridad el orden que constantemente se desarrolla.
Tú cambias los tiempos y las edades, y a unos reyes los pones y a otros los quitas. A los sabios y entendidos les das gran sabiduría.—Daniel 2:21