Cuando Pablo escribió acerca de “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento”, se refería a que no existe un lugar específico donde se encuentra la paz. Más bien, la paz es un estado de conciencia centrada en el corazón. Dicha conciencia está en mí. Tan presente como los latidos de mi corazón —ya sea que piense en ellos o no.
Puedo retirarme a este espacio aquietándome, descansando y enfocando mi atención en el ritmo de mi corazón. Tomo conciencia de que la paz celestial es siempre mía. Lo único que he de hacer es centrarme en la quietud. Cuando mantengo mi atención en la paz, soy más paciente y amable, y mantengo una expresión más suave y jovial en el rostro. Soy liberado para expresar la paz de mi corazón.