Cuando pienso en la gracia, tal vez imagine el vuelo grácil de un pájaro; la danza de una bailarina; una corriente de agua serpenteado o el movimiento de las estrellas y los planetas. En mi ser interno recuerdo la gracia como el movimiento del Espíritu siempre obrando en mi vida.
La gracia es a veces tan sutil que puede que no esté consciente de ella, pero siempre está ahí, fluyendo en y a través de mí y de mi mundo. Puedo percibir la gracia en la sonrisa de un extraño, en una idea que me motiva, aquello que intuyo y que me lleva por una nueva dirección brindándome esperanza y propósito. La actividad del Espíritu fluye en mí, llenándome de energía e ideas, e inspirando mis pasos en la dirección de mi propósito y mis sueños.