Aferrarme a un daño puede intensificar mi dolor y mantenerme estancado en recuerdos tristes. Rencores, resentimientos y emociones negativas me mantienen atado a las mismísimas experiencias que deseo superar. Si no perdono, no puedo avanzar, lo que impide mi crecimiento espiritual y emocional.
El perdón me sana desde adentro. Si me cuesta ofrecer perdón, todavía puedo orar por paz para mí y por perdón para otro. Mientras busco perdonar, tengo presente que el amor perdonador de Dios es para todo el mundo.
Me centro en una nueva dimensión del amor y paz. Estoy listo para comenzar de nuevo, para avanzar renovado y lleno de libertad y alegría. El perdón me ha renovado.