Demuestro receptividad al poder sanador y divino en mí.
Curación
El aliento del Espíritu me llena. El poder ilimitado de Dios sana y revitaliza mi mente y cuerpo. Si siento inquietud por las tareas ante mí, me detengo y presto atención a mi respiración. Hago una pausa y respiro consciente del aliento divino.
Reconozco que el poder de Dios puede sanarlo todo. Dejo ir cualquier distracción externa, me calmo y, por un momento, descanso en silencio. Inhalo sabiendo que el poder de Dios me llena de energía, y exhalo soltando cualquier aflicción o quebranto. Al hacerlo, siento calma y paz. Sé que con cada aliento que tomo, me lleno de un poder sanador y divino, y me revitalizo en mente, cuerpo y espíritu. ¡Gracias, Dios!
“El espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida.”—Job 33:4
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