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11/06/2009
Por el presbítero Joaquín Gallo Reynoso S.I.
La Sagrada Familia y el Acontecimiento Guadalupano (6). San José, modelo para los papás. El mes pasado concentramos nuestras miradas y nuestro corazón en María, modelo de las mamás. En esta ocasión, y por ser dentro de unos días la celebración del Día del Padre, consideraremos la figura de San José, su estilo de ser padre nutricio-tutor de Jesús y lo que puede iluminarnos a todos lo que vivió el Señor Jesús respecto al Padre Celestial.
Haré, como de costumbre, una referencia al Acontecimiento Guadalupano en cuanto nos puede inspirar para darle gracias a Dios, a María y a San Juan Diego en Sus aportes vitales para nosotros. Concentremos, pues, nuestra imaginación y corazón en la persona de San José, a quien celebramos el 19 de marzo, el primero de mayo como obrero, a él, esposo admirable de la Santísima Virgen y uno de los Patrones Principales de la Iglesia, y el último Domingo del año con Jesús niño y María en la fiesta de la Sagrada Familia.
Tenemos presente este mes a todos los padres de familia que se sentirán felices porque alguno de sus hijos termina una etapa escolar y a los que, por circunstancias de la vida, están preocupados por la manera de vivir de ellos o no viven con algunos de ellos por alguna razón. Le pedimos al Padre Bueno y misericordioso que los tenga a todos muy de Su mano.
Primera consideración. Dios Padre eligió a José, de la casa de David, como padre nutricio y tutor de Nuestro Señor Jesucristo (Mt 1, 1.16; Lc 3, 23. 31).
Desde la eternidad Nuestro Padre escogió a este hijo de la dinastía de David. Imaginemos lo que Él debió de prever para que puntualmente, en la tierra y lugar por Él preparados y con la colaboración gozosa y maravillosa de María, José pudiera ser llamado, con verdad, y delante del pueblo de Israel, padre de Jesús.
¡Qué honra para San José representar ante Jesús nada menos que al mismo Padre Celestial! Esto debió de marcar la vida del Señor desde Su niñez. Su manera humana de captar la Paternidad Divina fue, nada menos, que a través de San José. ¡Gocemos este plan de Dios y Su Maravillosa Providencia sobre Su Hijo Amado! Pensemos también cómo de la casa del rey Nezahualcóyotl, el rey-profeta-poeta del vaso de Texcoco, en el Valle de México, Dios fue previendo y proveyendo en la historia para que un descendiente de este rey, Cuauhtlatoatzin —el que habla como águila—, hoy San Juan Diego, haya tenido como uno de sus grandes ancestros nada menos que a ese venerado rey de la etnia nahua. El Padre también los eligió desde la eternidad. Gocemos y agradezcamos.
Jaculatoria apropiada para este rosario: Guía: San José: tutor y maestro del Niño Jesús, esposo querido de la Madre del Hijo de Dios; Pueblo: Enséñanos a vivir como tú, sirviendo y amando al mismo Señor.
Segunda consideración. La Elegida de Dios, para ser la Madre del Verbo Eterno, y Esposa de San José, fue la Santísima Virgen María (Lc 1, 26-27, Mt 1, 18-19). Dios es respetuoso de la historia humana, de las tradiciones que se van desarrollando en los pueblos, de las personas que vamos tomando parte en el devenir humano. Pero también tiene iniciativas maravillosas para nuestro bien, y más si se trata de nuestro bien eterno. De esta manera va preparando los acontecimientos para que, con Su Providencia y nuestra libertad, vayan sucediendo para nuestro bien.
Así, José y María, habiendo hecho los protocolos acostumbrados en Israel, aparecen como verdaderos esposos ante el pueblo, que los tiene y respeta como tales.
Del mismo modo, Juan Diego y María Lucía —antiguamente Malintzin— según las costumbres de los pueblos indígenas del Valle de México se comprometieron a formar una familia, que después, a la venida de los evangelizadores, se convirtieron en familias cristianas que invitaron a sus hijos ya mayores entonces a seguir el camino del Señor Jesús como ellos lo hicieron. Agradezcámosle a Dios Su Providencia y el respeto con que nos trata.
Tercera consideración. San José esperó con amor, de verdadero padre, a Jesús, y junto con María lo fue acompañando, como buen padre, durante Su niñez (Mt 1, 18-25; 2, 1-23; Lc 2,1-40 ). En los sucesos que nos narran dos de los evangelistas sobre la infancia de Jesús aparece activo y muy solícito del bien de Jesús y de María el último Santo Patriarca, enlace entre el Antiguo y Nuevo Testamento, San José.
¡Con qué amor acompañó a María en el nacimiento de Jesús y cómo habrá cuidado de Él este santo varón! Podemos imaginar esos 40 días en la cueva de Belén pues María no podía moverse del lugar del nacimiento hasta Su purificación. ¡Lo que habrá tenido que batallar él para llevar agua, provisiones, luz, fuego..! ¡Innumerables solicitudes a favor de su Esposa y del Niño recién nacido! A los ocho días, haber tenido que llevar al Niño a la circuncisión y la imposición de Su Santo Nombre, revelado por el ángel.
Después, la llegada de los magos de Oriente... La huida a Egipto con tantas peripecias y retrasos pues debió durar cerca de cuatro años. Por fin el regreso a Nazaret y la estancia laboriosa y amante allí, en su casa y taller. ¡Bendito San José que le dio tal testimonio y educación a Jesús! Sin tantos problemas y persecuciones, Juan Diego habrá vivido dificultades para educar a sus hijos y habrá sido también acompañado de su mujer para transmitirles los valores que vivían.
Benditos esposos que habrán sido favorecidos como ningunos más en el Valle de México...
Cuarta consideración. San José en la adolescencia y juventud de Jesús (Lc 2, 41-50).
En el Evangelio solamente aparece un detalle de la vida del Señor en Su adolescencia y en compañía de San José y la Virgen. Fue un momento importante en la vida del Señor porque, como adolescente, entraba a formar parte oficial del Pueblo elegido, ya con responsabilidades ante ese Pueblo; a la vez, tuvo la oportunidad de hacer una elección a favor del Padre Celestial a pesar del gran amor que les tenía a María y a José. Sabemos, por la historia del pueblo de Israel, que los israelitas debían de ir al templo de Jerusalén una vez al año.
Ellos escogieron ir en tiempo de la Pascua. Al cumplir los 12 años los varones, aceptados ya como responsables ante su pueblo, podían elegir si al regresar a sus casas de la peregrinación bajaban por última vez con la mamá y las mujeres o por primera vez con el papá y los varones. Así, José pudo pensar que Jesús se quería regresar por última vez con Su mamá en la caravana de las mujeres y niños.
A su vez María pudo pensar que Jesús había querido ejercer Su derecho de bajar por primera vez con Su padre nutricio en la caravana de los varones. Lo que hizo Jesús nos llena de admiración pues Él sabía perfectamente esto y optó por no decir nada a Sus papás y así Él pudo quedarse con Su Padre Celestial sin desobedecerlos. Admiremos la Sabiduría de Jesús y pidámosle que los adolescentes de hoy tengan buenos educadores como Él para que sepan actuar como Él lo hizo toda Su vida.
De San Juan Diego y su familia no tenemos más datos, pero por la calidad de hombre que fue podemos suponer que también introdujo en la vida del pueblo a sus hij@s con la ayuda de su mujer. Una vez bautizado y después de las Apariciones fue gran educador en la fe cristiana para su pueblo durante los últimos 17 años de vida que los dedicó a cuidar la “casita de la Virgen” en el Tepeyac. Quinta consideración. San José, modelo de vida al servicio de Jesús. Los últimos años de la vida de San José los desconocemos. Lo último que nos dice el Evangelio es que “Jesús bajó con María y José y vivía sujeto a ellos. Su Madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en Su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 51-52).
¡Qué gloria para José haber acompañado por años al Señor en su maduración humana! Nos lo podemos imaginar yendo con Él a cortar la madera necesaria para hacer los trabajos encargados en Nazaret. Lo contemplamos en su taller trabajando juntos; en casa, compartiendo con María los alimentos y oraciones; en medio del pueblo al celebrar sus ritos, alabanzas y fiestas; en los dolores y en los momentos de tensión, en los asuntos del pueblo.
¡Cómo habrán madurado juntos siendo ya todo un joven el Señor! ¡Y qué muerte tranquila y en paz habrá tenido San José en los brazos del Hijo Predilecto del Padre y de la Santísima Mujer que tuvo por esposa! ¡San José, modelo nuestro, enséñanos a amar y a servir a Nuestro Dios como lo hiciste tú! San Juan Diego quedó para nosotros también como modelo de hombre hacendoso, sencillo, servicial, dialogante, solidario y comprometido con Dios en ayudar a cohesionar a su pueblo en la fe al Verdaderísimo Dios por Quien vivimos y en el amor entrañable a Santa María de Guadalupe.
San Juan Diego, ruega por los papás, especialmente por los papás indígenas como tú, que son los que sufren más las consecuencias de la globalización de este mundo, su parte discriminatoria, sin respeto por las culturas indígenas, injusta. Queridos papás: Que San José y San Juan Diego los inspiren y apoyen para que vivan como verdaderos educadores de sus hijos para la mayor gloria de Dios y bien de Su pueblo. Tengamos todos presente a San Pablo en estos últimos días de su año jubilar y recibamos la indulgencia plenaria como familia, juntos, según las disposiciones de nuestro Arzobispo.
* * * Apoyos Bíblicos: Salmo 1; Prov 4, 1-9; Sab 9,1-6 y 9-18; Col 3, 12-21; Ef 5, 15-21 y 28-32.
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