El Cielo.
Mientras vamos de camino por la vida nos saldrán al paso muchos sufrimientos, porque como dice la Salve: éste es un valle de lágrimas, la tierra es un valle de lágrimas. Por eso siempre, pero siempre, debemos tener la mirada puesta en el Cielo que nos espera, donde ya no habrá llanto ni separaciones ni dolores de ningún tipo.
Es triste la vida a veces cuando tenemos que sufrir. Pero si sufrimos con la mirada del alma puesta en el Cielo, entonces ya se hace más llevadero el dolor y renace la esperanza sin la cual no podemos vivir felices en este mundo.
El Cielo es real, no es un cuento, una fábula, sino que es la Felicidad eterna que nos espera si somos fieles a Dios, si cumplimos los Diez Mandamientos y morimos en gracia de Dios.
¿Que hemos cometido muchos pecados? ¿Que son gravísimos? ¿Que son imperdonables? Sí, tal vez hayamos cometido muchos pecados, y a lo mejor los seguimos cometiendo por debilidad, pero si estamos leyendo esto es porque Dios nos tiene paciencia y muchísima, infinita Piedad, y quiere que nos convirtamos a su amor y nos salvemos.
Dios perdona TODO si estamos arrepentidos. Entonces arrojémonos a los pies de su representante en la tierra, que es el sacerdote católico, y confesemos todas nuestras miserias, para que el sacerdote nos dé el perdón de Dios y volvamos a sonreír y a tener esperanza.
El Cielo no pasará, y vale la pena hacer todo para ir allí. No le hagamos caso al demonio cuando nos dice: “El Cielo no es para ti. ¿Recuerdas cuando cometiste aquel pecado..., y ese otro, y...?”. ¡No le llevemos el apunte y arrojémonos en los brazos misericordiosos de Dios!
Cuando estemos abatidos o tristes, pensemos en el Cielo y tratemos de merecerlo con una vida intachable.
Si María Magdalena ganó el Cielo, y el Buen Ladrón también lo mereció, entonces nosotros bien podemos ir allí.
Pensar en el Cielo, en el Paraíso que nos espera, es la clave para poder soportar las cruces de la vida, que el demonio nos pondrá en el camino, y que Dios permitirá para hacernos más perfectos y buenos, más semejantes a su Hijo Jesucristo crucificado.