La sonrisa
Cierto día había una joven muy
triste y angustiada.
Todo le salía mal y estaba muy
deprimida.
Todos sus anhelos y sus deseos
habían caído por los suelos
y casi había olvidado la sonrisa.
Sus penas se iban incrementando
y era una joven triste, muy triste.
Un día un amigo de la infancia
la visitó y descubrió que su amiga
había perdido la ilusión por vivir
y estaba encadenada a las cadenas
invisibles de la tristeza y del vacío.
Este joven creía en un maravilloso
proverbio escocés que decía
"la sonrisa cuesta menos
que la electricidad y da más luz".
Este joven la invitó a salir
de casa y le contaba chistes,
jugaba con ella y se
la ingeniaba
para sacarla de su dolor.
Y aquella joven comenzó a sonreír,
a mover los labios y a
ilusionarse por la vida,
comenzando por valorar
lo pequeño y dando importancia
a todo lo que le rodeaba.
Y descubrió que su risa
no era falsa ni fingida, sino que
salía de su corazón, en otro
tiempo anquilosado y viejo.
No quería que su risa
fuese sardónica ni hipócrita,
sino alegre y aunque
en ocasiones sonreía y no llegaba
su alegría a tener la fuerza
de la carcajada, sabía que
había comprendido por
medio de su amigo que la sonrisa
es un arte y el aroma de la
alegría interior, repleta del
suspiro existencial de una
vida con grandes metas.
(Autor desconocido)

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