Hoy tomaré unos minutos de mi vida para encontrarme con Dios.
Será el mejor momento del día.
¿De qué nos sirve hablar de Dios, si no hablamos con Dios? ¿Qué valor tiene ser escuchados, si no lo escuchamos a Él?
Iré a una capilla solitaria, o a un parque.
Y si no tengo la oportunidad, cerraré mis ojos para imaginar que estoy frente a Él.
¿Cómo verá mi alma? ¿Qué debo hacer?
Me parece escuchar lo que te va a decir.
Primero sonreirá.
Será una espléndida sonrisa.
Luego, abrirá sus brazos grandes y poderosos para abrazarte emocionado.
Y te dirá al oído:
“No temas. Yo estoy contigo”.