...A veces nos dirigimos a Dios
mendigando un poco de alegría
y otras veces le brindamos
nuestra propia alegría.
En tales momentos nos hallamos
más cerca de Él, porque
no es nuestra necesidad
sino nuestra alegría
lo que hacia él nos empuja...
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Día a día tenemos el poder
de regocijarnos con nuestros
sueños porque cada día es un
regalo de Dios, y podemos
empezar de nuevo...
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Los maestros y los libros
ayudan a abrir la puerta,
pero eres tú
quien debe atravesarla...
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Ayúdame Señor, a creer que detrás de
las nubes está el Sol.
Que los desnudos árboles de otoño
volverán a vestirse de hojas, si tengo
la paciencia de esperar.
Señor, confío en tí como un niño que
se siente seguro en brazos de su madre.
Ayúdame a caminar por donde no puedo ver,
sabiendo que tú estás ahí conmigo.
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Nunca dejes de sonreir,
ni siquiera cuando
estés triste,
porque nunca sabes
quien se puede
enamorar de tu sonrisa...
D/A
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