Comunión frecuente. 

Cuando el Mal muestra más sus garras, el Señor da también más auxilios a las almas para que se libren de él.

Así en tiempos antiguos no se podía comulgar diariamente sin un permiso especial. Pero ahora, desde el Papa Pío X, el Papa de la Eucaristía, se puede y la Iglesia aconseja que se comulgue diariamente, o por lo menos lo más frecuentemente que se pueda, como defensa contra la maldad reinante.

Es que la Eucaristía es el Pan de los fuertes y el vino que engendra vírgenes, y si no comulgamos seguido, seremos fáciles presas del demonio, que nos encontrará debilitados en nuestra vida espiritual, y fácilmente nos llevará al pecado grave.

Cada vez que comulgamos bien, recibimos muchísimas gracias y dones celestiales, evitamos caer en pecado mortal, se nos perdonan los pecados veniales y nos vamos fortaleciendo en Dios.

El demonio sabe muy bien todas las gracias que recibe quien comulga seguido, y por eso hace y hará todo por convencer a esa persona para que deje de comulgar. Lo intentará todo, incluso pondrá la idea de que uno no es digno de recibir al Señor, o asustará haciendo creer que se está en pecado grave y que por eso no se puede recibir al Señor sacramentado. ¡Cuidado! Solo no debemos acercarnos a comulgar si estamos completamente seguros, convencidos hasta el punto de que lo podríamos jurar, de que estamos en pecado mortal. Entonces ahí sí no hay que acercarse a la Comunión, sino primero confesarse con el sacerdote. Pero si hay duda de pecado, entonces hay que ir igual a comulgar.

¡Si supiéramos todas las gracias que recibimos en cada Comunión bien hecha! El demonio lo sabe y por eso quiere evitar a toda costa que comulguemos frecuentemente.