

LA SOLTERÍA
Más de cuatro años de su vida dedicaron María y Eduardo en un noviazgo aparentemente feliz, que se acabó cuando terminaron la carrera que estudiaron juntos. Fue como si hubieran agotado los temas de conversación que tenían en la universidad, para entrar en una competencia profesional que, lejos de dar trascendencia a su relación, marcaba territorios incompatibles. Finalmente, Eduardo confesó que cuando se dio cuenta de que su noviazgo le reclamaba más formalidad, tuvo miedo de continuar, porque necesitaba tiempo para saber si María era la mujer con quien realmente deseaba pasar el resto de su vida.
Este caso es el muchas parejas "modernas" que huyen de la responsabilidad de un compromiso cuando ya tienen todo preparado para la boda. Quizás no supieron nunca que el verdadero amor no se traduce en "sentir bonito" cuando se está frente a la pareja y que tampoco significa: "estar de acuerdo en todo lo que se hace", porque cuando realmente se ama a alguien, se adquiere el compromiso moral de ayudarlo respetuosamente a ser mejor, y a que crezca como ser humano en todos los aspectos.
Cuando los jóvenes sueñan con encontrar al príncipe azul o a la súper mujer para ser felices, tendrán que plantearse con toda seriedad si no están esquizofrénicos, porque un mundo así sólo se da en las telenovelas, pero no en el mundo de personas reales dispuestas a conocer la felicidad y el sufrimiento, los logros y los fracasos, la aceptación y el rechazo, y la lucha constante y permanente, desde que nacemos hasta que dejamos de respirar.
Un estudio realizado por la psicóloga Martha Celia Herrera, asegura que las mujeres de hoy aún conservan la expectativa de encontrar a un hombre maduro, productivo, estable, rico, inteligente, paternal, que cambie pañales, que las acompañe al pediatra, que sea una excelente pareja, tierno, que externe sus emociones, y que no pida relaciones íntimas cuando ella está enojada.
Ellos, entre tanto, buscan a la mujer de sus sueños: productiva, inteligente, excelente anfitriona, que desee uno o dos hijos cuando él lo decida, que no pida dinero, que sea autosuficiente, independiente y autónoma, que colabore en la economía familiar y que cuide a los niños, que lave, planche, cocine y tenga bien arreglada la casa, además de que se de tiempo para cuidar su apariencia, que siempre esté súper delgada, que se vea sexy, etc.
La doctora Herrera dice que con la revolución sexual y el feminismo se rompió el "equilibrio" tradicional entre el papel que correspondía a los hombres y el que estaba destinado a las mujeres. Los varones se asustan frente a las mujeres que compiten con ellos en su espacio laboral y que a menudo están más calificadas que ellos, y esa amenaza a veces se extiende al campo sentimental. Influye también que se dividieron los roles, pero nunca quedaron delineados. Ahora la mujer tiene más actividades que antes, porque debe estudiar, trabajar y atender a su familia, hecho que resulta desconcertante para todos.
Las expectativas femeninas y las masculinas son irreales y poco objetivas. Muchos ni siquiera son capaces de expresar lo que esperan del otro. Aunque los hombres y las mujeres hemos sido siempre los mismos, las circunstancias han cambiado y, no tan positivamente como sería lo deseable. Hoy queremos que todo sea fácil y desechable, pero eso no es posible en las personas. Nadie está ya hecho; la vida entera no nos alcanza a veces para irnos moldeando según nuestras metas y proyectos. De la misma manera dos seres inacabados, que tendrán que estar conscientes de que van a esculpirse juntos durante toda la vida.
Anhelar un príncipe azul o una súper mujer junto a nosotros no es un pecado, pero sí puede llegar a convertirse en un obstáculo para ser felices al lado de un ser humano de carne y hueso, con potencialidades y miserias que, como nosotros, necesita comprensión y verdadero amor para perfeccionarse poco a poco. Si hoy tantas relaciones se rompen después de un tiempo de tratarse en su noviazgo, es precisamente porque no estamos dispuestos a trabajar para forjar una relación sana, sincera, basada en el verdadero amor, que no es sólo romanticismo, sino prueba constante de fidelidad, comunicación, respeto y de humanidad.
Curiosamente, la doctora Herrera concluye que, mientras estudian licenciaturas, maestrías y doctorados, hombres y mujeres no se dan tiempo para "habilitarse en pareja", para hablar de sí mismos. Todo eso se queda guardado y, cuando cumplen 30 años o más, deciden tener un compañero, suponen que, como por arte de magia, contarían con habilidades que no desarrollaron, porque nunca se dieron tiempo para hacerlo. Para relacionarse con otra persona hay que estar dispuesto a negociar, a manejar enojos, a discutir (no pelear), porque aunque existan puntos de vista diferentes, es posible conseguir objetivos que satisfagan a los dos, pero eso cuesta.
Quizás el problema radica en que nadie desea comprometerse a entablar la lucha por lograrlo. Hay demasiado egoísmo. Cada día son más las mujeres y hombres, profesionales, independientes, inteligentes y de éxito, que ven pasar los años sin encontrar pareja. Personas, de todas las clases sociales se encuentran frente al mismo problema. Son personas solteras que se han quedado atrapadas en un espacio dentro de la sociedad actual, muy limitado en cuanto a diversiones y actividades, y se les dificulta mucho encontrar personas en su misma situación, ya no se diga para casarse, sino simplemente para acompañarse y entablar una buena amistad.
Ya no existe la palabra "solterón" o "solterona". Ya no son el hombre o la mujer amargados, vestidos como fraile o monja. Ahora son seres impecables, atractivos, de muy buen carácter, que van supliendo la juventud con personalidad, y desarrollo humano e intelectual. Pero la soledad no es exclusiva de aquellas personas que son solteras. Hay personas que aún estando rodeadas de mucha gente llegan a sentirse muy solas, y a sufrir de carencias afectivas. También entre mujeres y hombres casados, que comparten su vida en pareja, es frecuente encontrar "solos acompañados".
Para poder amar verdaderamente hay que renunciar a creer que ese sentimiento es el fin de la soledad, y estar dispuestos a aceptar dos soledades, la del otro y la propia. Y es que amar es confesar: "Sí, yo te amo como tú eres, aunque no correspondas a mis sueños y a mis esperanzas, porque tu realidad me da mucho más regocijo que mis sueños..."
"En cuanto a las personas solteras, no tengo ningún mandato del Señor, pero doy mi opinión como quien por la misericordia del Señor es digno de confianza. Pienso que, a causa de la crisis actual, es bueno que cada persona se quede como está. ¿Estás casado? No procures divorciarte. ¿Estás soltero? No busques esposa. Pero si te casas, no pecas; y si una joven se casa, tampoco comete pecado. Sin embargo, los que se casan tendrán que pasar por muchos aprietos, y yo quiero evitárselos. Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo. De aquí en adelante los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran algo, como si no lo poseyeran; los que disfrutan de las cosas de este mundo, como si no disfrutaran de ellas; porque este mundo, en su forma actual, está por desaparecer. Yo preferiría que estuvieran libres de preocupaciones. El soltero se preocupa de las cosas del Señor y de cómo agradarlo. Pero el casado se preocupa de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su esposa; sus intereses están divididos. La mujer no casada, lo mismo que la joven soltera, se preocupa de las cosas del Señor; se afana por consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en espíritu. Pero la casada se preocupa de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su esposo. Les digo esto por su propio bien, no para ponerles restricciones sino para que vivan con decoro y plenamente dedicados al Señor" 1 Corintios 7:25- 35.
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